
Hoy me quiero centrar en las películas que nos montamos todos los días; esas que están fuera de guión, capítulos de relleno si queréis llamarlo así, las que solo ocurren en nuestra cabeza, aquellas que a veces nos montamos con tanto empeño que al final hasta nos parecen reales.
Es fácil montarse una película: sólo hacen falta un par de protagonistas, una situación diferente, interpretar las cosas como te salga de los cojones, ilusiones y por supuesto mucha imaginación. Normalmente al montarnos una película tomamos como referencia, obviamente, situaciones que estamos viviendo en esa saga de nuestra película principal.
Pongamos por caso la historia de Timo. Timo es un chaval normal, que vive una vida normal, en un país peculiar, como el de las maravillas pero con más reinas que conejos (bueno, la verdad es que aún así había demasiados conejos blancos). Un buen día, el bueno de Timo, entre los pocos altibajos en su vida-normal decidió que ya estaba harto de tanta normalidad; estaba cansado de sus amigos normales, de su cerveza normal, de sus novias medio-normales y decidió romper con todo. Como era un poco vago (lo normal) decidió en vez de tragar con la realidad, afrontarla e intentar cambiarla, mejor montarse una película tomando elementos de su vida y entremezclarlos de tal forma que pareciera que ésta dejaba de ser normal, todo esto casi sin darse cuenta. Todo le parecía tan bonito... "claro, esto tiene que ser así, no queda otra" -pensaba Timo- "las señales son claras, no estoy equivocado y aunque la situación es difícil yo SÉ que esto tiene que ser así, por fuerza".
Timo, poco a poco se iba montando una película cada vez más grande y además, por si fuera poco, no se le ocurrió otra cosa que un día, después de haber bebido lo normal, montar otra película, pero esta vez a su amiga Tarja, la cual no cabía en su gozo. No quería darse cuenta de que las películas que estaba montando no tenían un final claro y él lo sabía, se negaba a aceptar la realidad y continuaba con ellas, a ver que pasaba. Tal fue su empeño en seguir con las películas que un buen día acabó compuesto, cenando solo y lamentándose por haber sido tan sumamente gilipollas. ¿Pero sabéis lo que hizo? Seguir montándose películas porque en el fondo sabía que si se esforzaba lo suficiente conseguiría que esas películas pasaran a formar parte de su vida y al final lo consiguió. Aún así, continuará.