domingo, 28 de febrero de 2010

In-sad of me

Desperté todavía con el sudor sobre mi cuerpo, el sol entraba por aquella ventana que tan pocos atardeceres había visto pasar. Hice el amago de levantarme, pero fue inútil, era como si mi cuerpo pesara una tonelada. Traté de respirar por la boca ya que estaba claro que la nariz estaría completamente taponada y un hedor a hiel me inundó los pulmones. Tosí estrepitosamente y por fin conseguí sentarme.

Me levanté torpemente y sin mucho interés miré hacia el otro lado de la cama, vacío, era de esperar. Me dirigí hacia el baño para intentar que el agua de la ducha me devolviera a la realidad. Las heridas y marcas de mis brazos contrastaban demasiado con mi pálida piel, hoy tendría que ponerme manga larga. Me vestí y me acicalé delante del espejo, ensayé una sonrisa hipócrita y mirándome a los ojos con desprecio salí a la calle a cumplir con mi deber.

Subí al autobús entre empujones y algún insulto, pero no reaccioné, todavía me quedaba al menos hora y media para llegar a mi puesto de trabajo y un par de transbordos más, y era demasiado temprano para ponerse a discutir. Durante el trayecto observé a una joven pareja besándose en la parte de atrás del autobús, probablemente iban juntos al instituto y estaban enamoradísimos el uno del otro, bendita juventud, yo también fui así, creo recordar.

Unos asientos más adelante había otra pareja, ésta mas bien de mi edad, con dos niños preciosos que parecían ser sus hijos, me recorrió una sensación de envidia profunda, pero ya no era momento para lamentaciones, había dejado escapar demasiados trenes, y ya me había cansado de esperar en la estación de la que ya no quedaban ni las vías.

Después de casi dos horas de trayecto entre retrasos, tráfico y alguna vieja que se subía en el último momento tocando la puerta de cristal, llegué al fin a mi destino. Por suerte el edificio donde trabajaba no quedaba lejos de la parada, pero en ese momento el poco sol que tímidamente se asomaba entre los inmensos nubarrones desapareció y comenzó a llover a cántaros, me tapé con la chaqueta y a los pocos minutos me encontraba delante de aquella enorme mole de cemento y cristal.
Probablemente el edificio había sido construido hace unos cincuenta años, y a pesar de haber sido restaurado varias veces parecía que se fuera a caer de un momento a otro. Cuando quise darme cuenta miré el reloj que ya marcaba las siete y cinco minutos, llegaba tarde y me apresuré a entrar, totalmente empapada.

Al llegar a la séptima planta, el jefe estaba sentado en su despacho leyendo el periódico, levantó la vista y me recibió con una mirada que mezclaba desprecio y lascividad, utilicé la sonrisa que previamente había ensayado a lo que él respondió con un firme y despreciativo: "A la mesa"- señalando hacia mi escritorio.
Me pasé el día sellando y firmando papeles, llamando a los deudores, quedando con compradores, incluso tuve que darle mi número de teléfono personal a uno de los accionistas de la empresa que insistió en ello. No le dí demasiada importancia y seguí con mis labores durante las ocho horas a las que me obligaba mi contrato temporal con la ETT. Al finalizar la jornada, cuando ya me disponía a recoger mis enseres, el jefe me llamó a su presencia. Me explicó que al día siguiente tenía una reunión importante con los accionistas y que tendría que quedarme al menos dos horas más para terminar el trabajo que él mismo había ido dejando y que por lo tanto tenía atrasado. Con un gesto de extenuación solté las cosas de nuevo en el escritorio y me dispuse a terminar cuanto antes con aquel imprevisto.

Algo más de tres horas habían pasado cuando por fin el jefe me permitió salir del edificio, y justo antes de pasar por delante de él y salir de la sala, me dio un cachete en el trasero acompañado por una risa burlona. Me paré por un momento, puse los ojos en blanco, apreté los dientes y seguí caminando como si nada hubiese pasado, no podía renunciar a aquel empleo, era lo mejor que había tenido en años.

Cuando ya me disponía a volver a casa sonó el móvil, era el accionista que me había pedido el teléfono aquel día. Insistió en que era de vital importancia que nos viéramos esa misma noche para discutir un asunto de la reunión del día siguiente y sin que me dejara contestar me dijo que me recogería en mi casa a las once en punto. Y allí estaba yo, esperando a un extraño que supuestamente era mi superior y que incluso sabía donde vivía.

Algo antes de las once de la noche se presentó en mi casa un hombre bien vestido que sin mucha dilación insistió en entrar; le dije que prefería un sitio más tranquilo para hablar, había un restaurante estupendo al final de la calle, pero él pareció no escucharme, entró y soltó la chaqueta encima del sofá, se sentó y me hizo un gesto indicándome que me sentara a su lado. Cuando intenté empezar la conversación, él se acercó a mi oído y me susurró: "No te hagas la loca, sabes a lo que he venido, tu jefe me ha dado buenas referencias" Yo suspiré e intenté alejarme de él, pero se abalanzó sobre mí y empezó a desnudarme. No fui capaz mas que de tragar saliva, intentar que no me besara y que no me viera llorar. Y en ese momento escuché el ruido de una llave entrando en la vieja cerradura del apartamento. No me lo podía creer, él no debía volver hasta dentro de dos días.


Entró por la puerta y allí estaba yo; tumbada en el sofá con un extraño babeando sobre mí. Se quedó pálido y dejó caer las llaves de su mano y sin que me diera tiempo a reaccionar se encerró en el cuarto de baño. El accionista, asustado, me empujó y salió del apartamento como alma que lleva el diablo, por desgracia dí con la cabeza en el pico de la mesa; empecé a sangrar. Mareada y desorientada tardé unos diez minutos en recuperar la estabilidad y me dirigí hacia el cuarto de baño. La puerta estaba atrancada y nadie respondía a mis gritos. Sin darme cuenta había dejado un reguero de sangre desde el salón, me invadió el pánico, cogí una lámpara y con ella conseguí romper la puerta para entrar. Allí estaba él, con los ojos abiertos y las muñecas cortadas en una bañera llena de agua; agua que ahora tenía el color del carmín de mis labios. Intenté hacerle reaccionar pero fue inútil. Volví a marearme y me dirigí hacia el cuarto principal arrastrándome entre la sangre, el agua y las lágrimas. Abrí el cajón en busca de un teléfono pero en su lugar encontré una cuchara percudida, un mechero, una goma, una jeringuilla usada y dos o tres dosis de heroína; me pareció una buena solución. A lo lejos se escuchaban las sirenas de la policía.

Mientras me inyectaba la dosis letal tirada en el suelo todo volvió a parecerme maravilloso. Cerré los ojos y pensé que todo lo que había pasado era un sueño, y cuando abriera los ojos todo sería diferente.

Recordé mi juventud, llena de oportunidades, llena de cosas por vivir, llena de caminos por recorrer, y me imaginé que había cogido aquel tren, que había agarrado aquella mano, que había escogido la vida.

Sonreí.

lunes, 11 de enero de 2010

¿Y ahora qué?

Me gusta imaginarme la vida como si fuera un camino, ciertamente me gusta andar, y si a veces no me gusta, se podría decir que no me importa hacerlo. Normalmente prefiero saber por dónde voy incluso si tengo que dar mas vueltas, suelo coger el camino que mejor conozco, como las hormigas, aunque también es cierto que a veces pierdo el rumbo y prefiero perderme por el bien de todos.

Hace mucho tiempo que empecé a andar por el camino incierto, que empecé a tomar decisiones, hace tiempo que solté la mano que me guiaba, (aunque sepa que siempre estará ahí para ayudarme a levantarme y a seguir adelante) para ser yo el que tomara las riendas de mi propio rumbo. Y cada vez me doy más cuenta de lo embrollado que es caminar contando solo con el mapa que voy creando a través de las vivencias, la experiencia y sobre todo por los tropezones, las contrariedades y las caídas de boca contra el suelo.
El camino es largo e incierto muchas veces, pero ¿no es eso lo mejor de todo? ¿qué sería de la vida sin emociones? Bien es verdad que es mas fácil nacer con el camino asfaltado, señalizado y recto, pero qué aburrido Dios, y que sumamente inapetente.

Así pues sigo caminando por mi camino, tranquilamente y sin prisas, disfrutando del paisaje y de los viajeros que voy encontrando, la mayoría de los cuales acaban por tomar otro sendero, como es normal. Cada uno tiene sus necesidades y no culpo a nadie de apartarse de mi itinerario, yo también he tenido que hacerlo y he dejado a mil personas para ir por otra vereda, es inevitable.

Así pues, resulta que a lo lejos he empezado a vislumbrar una encrucijada con varios desvíos a tomar. Uno hacia el norte y otro hacia el oeste son los que se presentan como mas aventurescos, pero al mismo tiempo largos, tortuosos y además lejanos tanto en la distancia como en el tiempo. Son estos dos caminos los que abren un amplísimo abanico de posibilidades, aunque una vez mas todo es incierto. Hacia el suroeste el camino parece más sencillo, mejor señalizado e incluso cabe la opción de que me encuentre un GPS al poco de comenzar, pero al mismo tiempo es posible que no sea lo que realmente quiero y espero encontrar al final de éste. Finalmente cabe la posibilidad de seguir todo recto, de los senderos el más lógico, y una vez mas puede que el más aburrido y frustrante aunque con un muy probable final dulce o al menos agridulce. Por supuesto la posibilidad de volver atrás ni me la planteo, faltaría mas.
A todo esto tenemos que sumar la dificultad añadida de que vaya donde vaya quizás no sea alguien como yo a quién esperan, o puede que elija la dirección que elija sea mi actitud normalmente positivista la que me guíe hacia un final feliz, escoge tu propia aventura, curiosamente uno de los libros que tengo pendientes de releer.

Pues bien, después de mucho vacilar he llegado a esta conclusión:

¿Y ahora qué?

sábado, 30 de mayo de 2009

Strong, Fat, Beautiful, Clever and Brave (II)

Nunca imaginé lo aburrida que puede ser la cárcel, aunque conforme pasaba el tiempo le iba cogiendo el gustillo a eso de mirar a través de las rejas y arañar las paredes de la celda. Cuando apenas me quedaban uñas, si es que alguna vez las tuve, abrieron la puerta y lanzaron contra mi a un tipo, que por cierto le daba una aire al tendero, más bien retaco, el cual se acojonó al verme. “Qué pasa tronco, ¿nunca has visto a un notas de dos metros y medio, verde y con los ojos rojos?” – le dije. “Pues no, soy un puto jardinero, como mucho veo petunias en flor” – contestó.
Y como tampoco había mucho que hacer por allí, nos pusimos como gilipollas a escribir nuestros nombres en la pared , donde ya había algún mensaje del tipo “I just wrote on the wall, take that ,society!”.
Mi nuevo amigo me contó que lo habían encarcelado por cabrón, me explico: él llevaba tiempo teniendo sueños tórridos con una princesa que al parecer tenía a un notas detrás de ella día y noche, pero un día que el susodicho le estaba haciendo contar flores solo para tocarle los huevos, la princesa apareció con una hamburguesa, un mapa, plums, peaches and grapes y se lo llevó a dar un voltio mientras escuchaban canciones de amor. “No me digas más, ¡sé como sigue la historia!, he leído algunos libros de vosotros, los humanos, así que es fácil deducir el final" - contesté. El jardinero retaco me hizo un gesto como incitándome a que prosiguiera con mis argumentos.

"Pues os fuísteis de picnic, luego de copas y luego jugásteis al teto, el notas os trincó, te dió de ostias, se lo dijo al rey y acabaste aquí" - dije.
"Si bueno, algo así quitando la parte del teto" - asertó. "Pero todavía tienes mucho que aprender sobre la mente humana, sobre todo de la femenina, y aún cuando creas que sabes algo, te será aún mas difícil comprenderla, si es que alguna vez tienes huevos a hacerlo". Pues sí que son complicados estos humanos! pensé.

La estancia se estaba haciendo un poco monótona, así que decidimos intentar escaparnos de allí, así, pa pasar el rato. Me comí los barrotes (sí, también me gustan, ¿qué pasa?) y salimos, mojados, pero salimos.
No dejaba de pensar para mí mismo la gran suerte que había tenido en conocer al jardinero, alguien que confiaba en mí, que se sinceraba conmigo, ¡por fín tenía un amigo humano!
Pues bien, una vez fugados de la cárcel nos fuímos a buscar un sitio donde todavía sirvieran cerveza fría a esas horas, y al cabo de un rato ya nos encontrábamos con el codo apoyado en la barra. "Tio, te quiero muchísimo, eres la ostia y te lo digo de corazón, sabes?" me dijo mi amigo el jardinero. Que alegría joder, ¡si no fuera porque no tengo lagrimal estaría llorando como una magdalena! Pasamos la noche por ahí, cantando de bar en bar hasta que finalmente nos quedamos dormidos en una pequeña cabaña a las afueras de la ciudad.

Cuando el lorenzo ya pegaba fuerte me desperté y rápidamente me dí cuenta de que mi gran amigo el jardinero se había ido. Lo que sí había era un olor a choto insoportable y una mujer gorda con una corona al otro lado de la cama. ¡Dios! ¡siempre me pasa lo mismo!
Salí de allí disimuladamente para que nadie me viera, doy el cante, es inevitable. A lo lejos me pareció ver al jardinero con más gente, ¡bien! seguro que si están con el son gente de puta madre, voy pallá. Pero cuando ya estaba muy cerca me dí cuenta de que los que estaban con el eran el rey león y el notas que iba detrás de la princesa. ¡Ostia! el jardinero se hizo el loco como si no me conociera ¡menudo cabrón!, el notas de la princesa se me acercó sugerente y el rey se desmayó al ver que yo llevaba puesto el sujetador de su mujer.

Madre mía, ¿no será que el problema soy yo?, están locos estos humanos

martes, 14 de abril de 2009

Play it again, Mate

Quiero sentirla otra vez, sentir esa sensación una vez más. Esa sensación parecida a un cambio de rasante, a las mariposas. Dejar que la música y la luz invadan mi cuerpo y mi alma, hacerme uno con ellas y juntarnos en un solo ser, sentirme libre, explotar.
Quiero ser deslumbrado, sentir el sudor bajando por mi espalda, saltar, bailar, gritar, el olor a humo y alcohol.
Quiero sentir ese escalofrío, que se me ponga la piel de gallina, que despierten todos mis sentidos, cerrar los ojos, abrir los brazos y ahogar los gritos de la gente con el primer acorde. Se me acelera el corazón solo de pensarlo.
Mirar hacia adelante y sonreir hasta que me duela la cara, controlar la respiración, volver a disfrutar como un niño, jugar con las notas y los tonos, sentirme auténtico, hacer lo que realmente me gusta.
Quiero dejar mis preocupaciones a mil kilómetros y subir al cielo, llevarme a todo el mundo conmigo, saber que estáis ahí incluso aunque no estéis.
Quiero volver a tirar los platillos y la caja, tirarme al suelo, quiero sentir el bajo entre mis piernas, las guitarras en los oídos y el micro bajo la nariz.

Quiero sentir esa sensación una vez más ... y que no sea la última, que nunca sea la última.

martes, 24 de marzo de 2009

Walkin' Away, Fallin' Away

Supongo que es normal sentirse solo a veces, incluso puede que queramos estarlo, al fin y al cabo todos somos individuos y necesitamos nuestro espacio. ¿Nunca te has sentido solo aún estando rodeado de gente? ¿Nunca te has sentido solo incluso sabiendo que hay alguien al otro lado de la cama?

Esos son los momentos más propicios a mi parecer para darse un paseo con uno mismo - ya sea ficticio o real- y habiendo tenido una de las situaciones más extrañas de mi vida en la que mi cuerpo reaccionó bruscamente al poder de mi subconsciente, estaba claro que lo que necesitaba era mi música, la arena y mis pies para sentirme un poco mejor, así que esta vez el paseo fue real, me cogí de la mano y tiré millas durante un par de horas.

¿Por qué a veces tenemos una imagen de nosotros mismos en otras personas que no es real? ¿Por qué nos empeñamos en socializar aunque a veces nos suponga un esfuerzo? ¿Por qué coño nos importa tanto la gente? Y que no me vengan con aquello de "no me importa el que dirán", antes o después y sobre todo dependiendo de qué personas, nos importa, otra cosa es que no nos guste admitirlo.

Otras cuarenta preguntas se me pasaron por la cabeza, pero a casi ninguna fui capaz de darle respuesta. Aún así saqué algo en claro: vivir sin pensar debe ser aburridísimo.
Empecé plantearme que eso de ser "seres sociales" debe de estar en nuestra genética, y entonces me vino a la cabeza una enseñanza (que curiosamente expuso un cura) de hace muchísimos años: "El ser humano nace, crece, se reproduce y muere" como todos los seres vivos, ¿no? pero nuestro proceso es bastante más complicado y no sería correcto reducirlo a cuatro pasos.
Las flores, por ejemplo, ni lloran, ni se pelean, ni se van de copas, ni se toman la píldora, ni se divorcian, ni tienen un trabajo de mierda, ni les afecta la crisis, ni tienen que ir a la facultad para labrarse un futuro. Joder, ojalá hubiese sido una Daffedil para que Wordsworth disfrutara de mi presencia así como yo disfruto de las pequeñas cosas de la vida, anda que no viviría a gusto.

Desvarié hasta tal punto que entre darle vueltas a la cabeza y el resacón que llevaba encima casi me caigo rodando al mar. Decidí sentarme durante unos minutos para admirar el paisaje y beber un poco de agua. No había nadie por allí a esas horas, era maravilloso, que paz, que tranquilidad, todo para mí, a Poe no le habría gustado un pelo. Pero una vez más el disfrute fue efímero y la gente empezó a salir ansiosa buscando los primeros rayos de sol.

Continué mi marcha antes de que alguien me tapara el paisaje. Miré hacia derecha e izquierda y me sorprendí una vez más de cuánto camino se puede recorrer cuando realmente disfrutas de éste. Seguí caminando esta vez más despacio hasta que una pareja de ancianos me adelantó, entonces me fijé en sus huellas en la arena, eran estrechas y delgadas como sus huesos pero estilizadas y firmes como su experiencia. A continuación pasaron corriendo unos niños, sus pisadas eran disformes, alocadas y caóticas cómo lo son aquellos que viven siéndolo o los que no saben que para lo importante siguen siendo niños. Y así continuaron pisando aquella arena no tan virgen unas cuantas personas más hasta que me percaté de algo; durante todo el tiempo que fui fijándome en las huellas había estado siguiéndolas casi sin darme cuenta. En ese momento pasó una ola y se las llevó todas por delante, miré para atrás y las mías también habían desaparecido.

Esto es lo que nos hace humanos, el darnos cuenta de que no necesitamos seguir un camino marcado, el darnos cuenta de que somos capaces, de que podemos labrar nuestro propio destino, el darnos cuenta de que no necesitamos a nadie para pasear por la playa al amanecer, aunque a veces nos haga falta.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Strong, Fat, Beautiful, Clever and Brave (I)

Digan lo que digan, y aparte de las muchas hipótesis que se han planteado sobre mi origen, ni yo mismo tengo muy claro de donde salí y una vez que me preguntaron lo arreglé todo con un: "up there, I come from up there and now I’m down here" ¡Ahí lo llevas!. Y es que, cosas de la vida, un día llegué a Gondoland, iluso de mí, sin saber de nada, haciendo turismo interestelar que por esa época estaba de moda, no todo se va a reducir a mi planeta, damn it, ¡hay que conocer mundos!

Pues eso, que aterricé en un prado, todo me parecía extraño y complejo. Pero como pensar me da hambre, lo primero que hice fue jalarme un reloj despertador (Lovely! I like clocks!) , de esos típicos con un martillo y dos campanas en la parte de arriba que tienen que joder muchísimo a las ocho de la mañana, pero dado que la mesura no es una de mis cualidades, me fui a buscar algo más que saciara mi apetito.

Mientras iba caminando a la deriva sin rumbo fijo, me asaltó un tendero que me ofrecía una gran variedad de frutas; las probé casi todas, pero sinceramente, me sabían a rayos. "¿Qué mierda es esta?" - le pregunté. "Pues esto son plums, peaches and grapes, parece mentira que no lo sepa, caballero" - respondió él amablemente. "Joder, pues yo prefiero los relojes, los parking meters y las máquinas de escribir, es que están mucho más buenos, ¡no hay color!".
El tendero, incrédulo, me preguntó que cómo podía comer esas cosas, que eso sólo lo hacían los locos, que todo el mundo prefería la fruta. "¿Acaso los has probado?" - dije. "Humm, pues la verdad es que no, pero seguro que no me van a gustar" - contestó. Menudo imbécil, no merecía la pena perder ni un segundo más con aquel necio personaje, ¡como me jode esa gente!
"Mal empezamos en este planeta", pensé.

Y claro, a todo esto yo seguía con hambre y encima tenía un regusto asqueroso en la boca. Levanté la vista y al final de la calle vi unas barras de hierro plantadas en la acera con algo parecido a un reloj en su extremo superior. Coño, ¡parking meters! Y allí que me fui a liarme a bocaos con ellos. Pero se ve que aquella actitud no era del todo aceptada por allí y me arrestaron por vandalismo público, ¡a mí! ¡que sólo quería comer algo!
Ya en el furgón policial les expliqué que un amigo mío una vez rompió un kiosco de Frigo también por hambre, pero me dijeron que no fue por hambre, sino que se fue al monte a picar piedra y se confundió.
Total, que de allí no me sacaba ni Rita (ay Rita, pobre mujer, todo el mundo le echa los muertos a ella) y a falta de ésta pues me sacaron a palos y me metieron en la celda 19.

Bonito planeta, si señor, he dao en el clavo, ole mis huevos.

lunes, 19 de enero de 2009

Gato Blanco, Gato Negro

Harry vive en un barrio cualquiera de una ciudad cualquiera, de esos que pasan desapercibidos, de esos tan insignificantes que el coche ese de google ni se pasó por allí. También vivía en aquel barrio un tal Timo, un buen chaval, aunque algo "especial".
Harry nunca tuvo muchas obligaciones y si se le presentaban se las pasaba por el forro con una elegancia sin igual.
Lo que más le gustaba hacer era pasarse los días en la calle, salir, beber, el rollo de siempre, y también consumir algún tipo de estupefaciente que le hiciera evadirse de la para él irrelevante y aburrida monotonía del día a día, pero controlando, claro, no fuera a ser que acabara siendo él el controlado.
Y no es que Harry no tuviera objetivos, claro que los tenía, pero estaban tan lejanos que estaba profundamente convencido de que lo importante era disfrutar del momento, ya habría tiempo de cazar ratones. No era el único que dejaba las cosas para el último momento y esa idea le tranquilizaba; ni se planteaba aquello de "mal de muchos, consuelo de tontos".
En sus ratos libres, que era la mayoría del tiempo, aparte de dedicarse a tocarse los cojones, se dedicaba a aprovechar las no muchas pero excelentes habilidades que tenía, y entre eso y chupar del bote iba tirando.

Pero no todo era tranquilidad y monotonía para Harry; también había épocas en las que tenía que esforzarse en cazar, al fin y al cabo era su obligación, y como normalmente no hacía nada, cuando llegaba ésta época tenía que usar trampas para alcanzar sus objetivos. Lo más curioso es que probablemente gastaba más tiempo y esfuerzo en preparar las trampas que en conocer el terreno, estudiarlo y actuar en consecuencia. Además sabía que existía un gran riesgo, pero prefería jugárselo todo a una carta, le encantaba el riesgo.
Después de varios años y de haber puesto infinidad de trampas, unas veces por los pelos y otras holgadamente, cumplía sus objetivos y cada vez se marcaba retos mayores.

Por fin llegó el día que llevaba tanto tiempo esperando y una vez más en vez de hacer lo "correcto" o lo "normal" prefirió preparar la trampa más grande y compleja que jamás había concebido su inteligente y retorcida mente.
Cuando fue a comprobar si su trampa había surtido efecto quedó atónito al comprobar que un enorme ratón rojo mirándole de frente sin pestañear estaba esperándole con los brazos abiertos. Harry, que era bastante más maduro de lo que aparentaba, se tiró de cabeza a por él y se aferró al ratón rojo desde aquel día hasta tal punto que su vida nunca volvió a ser la misma.
Estaba exhausto e incluso tenía un poco de cargo de conciencia, pero por fín había conseguido aquello con lo que, de alguna manera, siempre había soñado.

Si ya lo decía Deng Xiaoping; ¿qué mas da que el gato sea blanco o sea negro?