lunes, 20 de octubre de 2008

Sweat and thoughts

Al acabar el día, después de haberme agotado tanto mental como físicamente, llego a un lugar donde el tiempo se para o va mas lento, según se mire. La verdad es que a veces tengo la impresión de que han pasado horas cuando en realidad solo he estado allí unos diez minutos. Un lugar donde puedo olvidarme por un momento de lo que pasa alrededor y centrarme solo en mí. Un lugar donde quedo conmigo mismo y trato una vez más de ordenar el puzzle que dibuja el laberinto.

Y no es nada fácil, créeme. Cuando me siento allí, casi desnudo, a penas puedo verme entre la espesa niebla que lo ocupa todo y mi voz es apenas un susurro a veces interrumpido por algún sonido inevitable en un sitio como ese.
Estando sentado, estiro el cuerpo entero y dejo que éste se relaje dentro de lo posible, cojo la postura que tan famosa hizo Rodin y me pongo a darle vueltas a todo.

Por fin encuentro el puzzle y me pongo con él, cada vez me cuesta más y eso que, en teoría, deberían quedar menos piezas. Creo que el problema es que al puzzle cada día se le van añadiendo más piezas y además a veces se desordenan ciertas partes, empiezo a sentirme un poco como Jigsaw, pero sin malas intenciones. Esta pieza por aquí, o por lo menos ahí estaba ayer, la otra por allá, que ahí es donde tiene que estar, y ésta aquí ¿que no encaja? ya verás si encaja, por mis cojones que encaja. De pronto empiezo a recordar algo que pasó hace poco, un sentimiento de odio propiciado por un individuo simiesco al que le bastaron dos palabras aunque se tendría que haber llevado dos ostias. Céntrate hombre, céntrate, hiciste lo más sensato, así eres tú, sensato. Respiro hondo y continúo con mi jornada puzzlesca, bonito palabro.

Vamos a ver, parece que una pequeña parte está completa, que ya es un comienzo, pero claro, hacer las esquinas del puzzle es lo más fácil, no tiene mucho mérito, encajar las piezas pequeñas del centro es lo realmente jodido. Se me ocurre algo: voy a poner una pieza aleatoria en el centro y voy a intentar reconstruir a partir de ahí. Pues no es mala idea, parece que la cosa va cogiendo cierta forma, abstracta, pero al fin y al cabo forma. Continúo, ya he formado la estructura básica y lo que hasta este punto se puede hacer, ni más ni menos. Una vez más trato de adivinar cómo serán esas piezas que faltan, y a partir de esos dos o tres modelos que están en mi cabeza, imagino cómo podría resolver esos puzzles dentro del puzzle, pero eso ya es demasiado imaginar.

Aparte de esas zonas que mas o menos están hechas, bien por ser fáciles, bien por haberlas medio hecho poco a poco a partir de una pieza, todavía queda una zona que tengo reservada, una zona de la que no me quiero imaginar ni una sola pieza, una parte tan importante del puzzle que sin ella será difícil acabarlo, aunque mucha gente hoy en día prefiere prescindir de esa parte. Una zona tan complicada y a la vez tan hermosa que me hace sentir una emoción inmensa.
Como digo, esa zona está reservada, aunque con la espesa niebla que me rodea, todavía no he conseguido ver a nombre de quién.

domingo, 5 de octubre de 2008

Delirium Tremens, Teletubbies

El otro día tuve un sueño rarísimo; de esos de los que te acuerdas perfectamente de cada detalle por el impacto que te han causado, de esos que te hacen sudar y dar vueltas en la cama buscando el lado frío de la almohada.

Resulta que estaba yo por ahí, viviendo la vida como quien dice, pensando en todo y en nada y durante un paseo, me encontré con un gato de colores subido al quinto piso de un edificio en el centro de Granada. Hacía ya unos meses que no veía al gato, y la verdad es que estaba más agusto sin el."¿A dónde vas?, ¿de dónde vienes?, ¿qué vas a hacer?, ¿cuándo vuelves? dijo. Joder con el gato de los cojones, había cogido fuerzas después del periodo vacacional. Yo me hice el loco y seguí andando como si no lo hubiera visto y a los pocos minutos empezó a llamarme al móvil y viendo que no le contestaba me mandó un mensaje que ponía: "Q pasa? ya no tacuerdas de mí? o es que me tienes miedo?". Dios, ojalá nunca hubiera conocido al gato, que tío más cansino.

Seguí caminando cuesta arriba hasta que llegué a una colina desde la que se podía ver toda la ciudad. Cerré los ojos, abrí los brazos de par en par y respiré hondo, cómo me gusta esa sensación. Pero claro, los grandes momentos son el escenario más propicio para que venga un plasta y te los joda; abrí los ojos y allí estaba, un teletubbie rojo con una especie de quiste circular saliéndole de la cabeza ,mirándome con esos enormes ojos de plástico barato. Sin mediar palabra se tapó la boca como sorprendiéndose y se puso a bailar alrededor de mí. Cuando todavía no salía de mi asombro y ya estaba empezando a plantearme darle una patada y tirarlo colina abajo, otro teletubbie -el verde- se unió a la escena y me dijo: "si quieres, puedes estar aquí, en este sitio que tanto te gusta, ayudándome con mis tareas y te pagaré generosamente" . Fíjate, el gordo este con un pepino en la cabeza me cae mejor que el otro, que cosas. Acepté gustoso, aunque tampoco me aseguró que el puesto era mío, todavía tendría que esperar unos meses.

Mientras tanto yo seguía dando vueltas por la colina como buscando algo, pero sin tener muy claro el qué.
Me decidí a hablar con un enano calvo que al parecer llevaba un anillo a nosedonde. Me sorprendió que tuviera unos gustos tan parecidos a los míos y un lenguaje tan culto que daba gusto oírle, pero de pronto, y después de pasarme una hora hablando con el, cambió su gesto y empezó a soltar patochadas, imbecilidades y soplapolleces sin parar.
Me dió tanto asco que decidí bajar la colina otra vez e irme al Rainbow a tomarme unas jarras con mis jevis pero para mi sorpresa el Rainbow estaba cerrado y en ese momento el gato empezó a llamarme otra vez al móvil.

"Este es uno de esos días en los que debería haberme quedado en la cama", pensé. Aunque a decir verdad todavía no me he despertado.